No temes querer, temes que no te quieran, temes el hecho de querer a alguien y que ese alguien no sienta ese sentimiento con tanta fuerza a como tu lo sientes , temes que ese amor se marche de tu lado, que lo poco que tenias de él acabe en nada por intentar siempre conseguir algo más, tienes miedo a que te hagan daño y no lo puedes negar... Tienes miedo a tomar la decisión incorrecta, de equivocarte y que no se pueda solucionar, pero nada depende de ti. Tú puedes mentirte, taparte los oídos para no escuchar lo que la gente te grita, puedes cerrar los ojos al mirarlo e incluso puedes estar con otras personas sabiendo que no podrán ser tan importantes para ti como lo podría ser él, pero tú no decides, tú no puedes equivocarte, porque no escoges nada, tú no decides a quien querer, podríamos elegir el camino fácil u decidir elegir a la persona que tanto nos quiere y que está dispuesta a cuidarte, pero solemos tender a complicarnos la vida, a sufrir por querer a alguien y machacarnos por ello cuando lo cierto es que nosotros no hemos hecho nada. Tú no decidirás dejar de quererle, no serás capaz de hacer oídos sordos todo el tiempo, pero si que puedes ser culpable de perderlo por tu miedo a quererlo.
Hay miradas que revelan asuntos imposibles.
Necesito un te quiero a tiempo, un abrazo cuando haga frío y una sonrisa en mis días malos, que son muchos.
domingo, 18 de marzo de 2012
martes, 3 de enero de 2012
sábado, 31 de diciembre de 2011
No pretendo que me regales una historia de amor, ni siquiera un verano inolvidable, bueno quizá esto último sí. Quiero divertirme en tus brazos, devorar tus labios, tocarte, sentirte, quiero que lo pasemos bien, quiero por lo menos ser un recuerdo en tu vida, que pienses en mi, mientras vuelve mi imagen a tu cabeza y aparezca en tu boca una irrevocable sonrisa.
Mi filosofía de vida distaba tanto de la de cualquier otro común mortal que no conseguía pasar nunca inadvertida. Como todo lo que se aleja de lo mundano, generaba habladurías.
Todos ignorantes, criticaban mi modo de entrar y salir a mi antojo, de desinhibirme por completo de lo cotidiano, viviendo cada sensación al máximo, una vida sin ninguna clase de control. No podían evitar preguntarse si esa ociosa y para nada fructífera forma de existencia llevaba a alguna parte, si encontraba satisfacción alguna en desafiar a la vida continuamente, exponiéndome en todo momento a un continuo riesgo, quemando cartuchos a la espera de que mi locomotora no aguantase más y o bien estallase en llamas o bien descarrilase de la vía, quedando inservible, inútil, fuera de juego.
Si me hubieran expresado esta duda abiertamente, mi respuesta habría sido simple. Hay veces que tras los mangoneos que nos da la vida, a menudo excesivos, quedan restos, obstáculos que se interponen en nuestro camino y que no somos capaces de sortear del todo, se quedan ahí delante de nosotros, ante nuestros ojos, hiriéndonos a placer, a la vez que nos impiden ver más allá. Es preciso que tratemos de evitarlos deliberadamente y con todas nuestras fuerzas, no conviene permanecer cerca, pues de pronto un día puedes encontrarte medio engullido por ellos, sumergido en un pozo de amargura del que no siempre es posible salir.
Por lo tanto debemos ser astutos, a la vez que cautos. La vida nos propone un juego, mas no hay jugadora más engañosa y traicionera. Hemos siempre de tratar ir un paso por delante, apostándolo todo a una jugada, aun a riesgo de que sea la última. Siempre obviando a esa sombra oscura que revolotea a nuestro alrededor y que pretende llevarnos a la ruina, buscando distracciones que nos aparten de su camino.
Posiblemente todo esto les hubiera parecido algo ambiguo. Aun así, ¿debería importarme? En realidad nunca he esperado que alguien llegue a entenderlo.
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